26 de abril de 2024

¿Qué es la pregorexia?

Así como existen trastornos relacionados con la alimentación que van desde la anorexia, la bulimia, la vigorexia, o la ortorexia, la pregorexia consiste en poseer un trastorno alimentario durante el embarazo. Concretamente, se trata de un temor obsesivo a aumentar de peso que termina poniendo en riesgo la vida de la madre y la del bebé. Muchas jóvenes (y otras no tanto) terminan también “cayendo” en pregorexia por el miedo al incremento de peso y quedar con sobrepeso en el post parto. Por otra parte, este trastorno puede que haya estado latente en la mujer antes de quedar embarazada y luego, se manifiesta y se hace evidente en el embarazo.

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Suele suceder que el trastorno no aparece durante el embarazo sino que es un incremento de distorsiones alimentarias y psíquicas previas como los TOC, depresión, trastornos de la imagen corporal, embarazo no deseado, conflictos familiares o de pareja, etc. No sólo es la obsesión por verse flaca, sino que éste trastorno es mucho más grave y difícil de tratar, y sólo el abordaje interdisciplinario puede detener el deterioro físico y psíquico de la mujer afectada.

La falta de nutrientes ingeridos afecta la placenta, la nutrición y el neurodesarrollo del bebé. Es sabido que una alimentación sana y variada durante el embarazo es fundamental para garantizar una correcta salud materna y fetal, y es por ello que la mujer que transita la pregorexia puede generar consecuencias no sólo para con ella misma (con lo cual ya es grave), sino también para con el feto : bajo peso al nacer, partos prematuros, abortos espontáneos, hiperémesis gravídica y varias malformaciones que afectan el neurodesarrollo del bebé.

En el caso de una anorexia nerviosa, puede llevar a un cuadro grave de desnutrición que afecta tanto a la madre como al feto. Por lo tanto, requiere estricto control obstétrico, ya que son embarazos de alto riesgo. En el caso de bulimia nerviosa el embarazo puede cursar con importantes episodios de vómitos que podrían conducir a deshidratación y desequilibrio electrolítico que comprometen la vida de ambos.

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La llegada del bebé

La llegada de un bebé al hogar supone una verdadera “revolución”. Estrés, desorganización, cansancio, altera todas las rutinas que se solían mantener y, en el afán por cumplir con todo, muchas mamás dejan su propio cuidado personal en un segundo plano. No se trata de un cuidado estético, sino de un cuidado mucho más delicado que compromete su salud y bienestar psíquico y físico. Además, el estado nutricional de la mujer que amamanta es crítico porque repercute en la calidad de su leche e impacta en su propio estado de salud y los futuros embarazos que pudiera tener. Es por eso que resulta muy importante que la madre tenga una “red de contención” y cuente con el apoyo de familiares, amigos, pareja, etc. para que así pueda materializar su voluntad de: dejar de fumar, realizar gimnasia (no intensiva), pasear y distraerse, comer más fruta y verdura y dejar de lado el café y las bebidas azucaradas. Además, durante el embarazo y la lactancia hay que redoblar esfuerzos para ganarle (o minimizar) al cansancio, y es clave cubrir los requerimientos de nutrientes esenciales como vitaminas, ácido fólico, iodo, zinc, cobre y calcio.

Según varias estadísticas, las mujeres que amamantan suelen hacer un mayor uso del delivery por la falta de tiempo para cocinar, se sienten desorganizadas y priorizan la alimentación de su pareja y otros hijos antes que la propia, no utilizan suplementos con el fin de equilibrar la falta de nutrientes esenciales de sus dietas, tienen más sed de la habitual y, ante la falta de contención por parte de los profesionales, prevalecen los consejos de familiares, amigas, puericultoras e incluso de sitios de Internet.

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En la actualidad, no existe un abordaje integral pensado para la adecuada nutrición de la mujer que amamanta, al margen de que a menudo la información con la que cuentan las mamás es escasa, errónea e insuficiente.Esto representa un riesgo, ya que los primeros 1000 días de vida (considerados desde la concepción hasta los 2 años) son fundamentales para asegurar el correcto desarrollo y crecimiento de los niños, y también para prevenir enfermedades futuras como la obesidad o enfermedades cardiovasculares.