26 de abril de 2024

Cómo tratar los problemas de alimentación en niños

Los problemas de alimentación en niños están asociados frecuentemente a características en la personalidad y conducta. Sin embargo, no hay que alertarse ya que estos hábitos pueden controlarse. El rechazo a determinado tipo de alimentos, no comer la cantidad que los padres desean o preferir alimentos no tan saludables, son algunas típicas preocupaciones de los papás. ¿Cuándo hay que preocuparse si un niño no cumple con las expectativas nutricionales establecidas? Niños que comen poco, niños que comen en exceso, niños que no comen nada… son algunas frases asociadas al pensar en problemas de alimentación en niños. Si bien lo ideal es la escena de la mesa familiar donde pequeños y adultos comparten deliciosos platos en armonía, la buena noticia es que estas disfuncionalidades con la comida no duran más allá de la adolescencia.

Cualquiera sea el caso, ante dudas relacionadas con la salud de los niños, la consulta al pediatra es indispensable. Si bien cada profesional tiene una mirada propia con respecto a síntomas y métodos, en casos de alimentación no debería haber más que remitirse a las pruebas, esto es: las tablas de crecimiento. Además, existen más pruebas o manifestaciones físicas que indican cierto “desorden” alimentario del niño como: la observación en un plazo breve del peso, la estatura y el estado anímico en general. Puntualmente, habría que preocuparse si el niño pierde peso y no lo recupera, si sube de peso en proporciones inusuales. Mientras estas dos opciones no ocurran, padres y madres (y abuelos/as) pueden estar tranquilos de que lo más probable es que se trate de una etapa. Sería demasiado inusual estar frente a un trastorno alimentario como la bulimia o la anorexia ya que estos tipos de trastorno son más propios de la adolescencia.

Lo verdaderamente nocivo es que el niño escuche constantemente comentarios sobre su apariencia o su manera de comer. Los problemas de alimentación en niños suelen ser, simplemente, problemas de la familia. El exceso de atención, obligar a comer u obligar a dejar de comer, sí pueden acarrear problemas nutricionales a largo plazo. Los adultos deben comprender que realizar comentarios continuamente sobre la alimentación de los niños solo agrava las cosas. Existen algunas maneras de regular el apetito sin recurrir a los gritos, las amenazas o los desgastes emocionales en los pequeños. Muchas familias insisten en realizar comentarios sobre el modo en que comen los niños o en su apariencia. En estos casos, sí puede acabar apareciendo un problema serio en relación a la comida. Una crianza respetuosa y reglas claras suelen ser más que suficientes para que el niño se alimente bien. Con ello, tendrá un desarrollo físico y mental adecuado.

¿Cuánto y cuándo debería comer el niño? Para empezar, no es lo que come, sino lo que se le ofrece y el modo en que se hace. Los buenos hábitos deben inculcarse desde pequeños. Quienes se ocupan de alimentarlo deben ofrecer la comida, dejar el plato en la mesa y retirarlo al cabo de 20 o 30 minutos. En ese tiempo, cada niño debe comer lo que desee y necesite. Al retirar el plato, no hay que hacer comentarios sobre lo que comió o dejó de comer.

¿Cuándo ofrecer comida? Los niños pequeños necesitan ingerir refrigerios cada 2 o 3 horas, alternadamente con tres comidas principales. Fuera de estos horarios para las tomas, deben restringirse líquidos y alimentos. El momento ideal para comer es cuando todos los demás lo hacen, ni antes ni después. Dentro de lo que se sirve para comer, cada niño debe tomar lo que desee.

Tanto para niños demasiado selectivos o niños que comen en exceso, deben evitarse distracciones a la hora de comer. Sin TV, celulares, juguetes o mascotas al lado, se crea un ambiente tranquilo y propicio para comer sin sobresaltos. En los horarios de las comidas principales, todos deben estar sentados a la mesa, y eso tiene que regir también para los más pequeños de la casa. Una manera de incentivar la autorregulación alimentaria es invitar a que los niños participen en la preparación de los alimentos: poner o limpiar la mesa, lavar los platos, y demás actividades propias de la cocina. Poco a poco, los adultos que aplican estos métodos descubren que los niños ingerirán los alimentos requeridos por sus necesidades nutricionales.