19 de abril de 2024

Cómo calmar el llanto de tu bebé

Cuando nuestro primer hijo llega a la familia, todo cambia. Esta frase tan conocida y repetida encierra la pura verdad. La vida por la que antes transitábamos da un giro de 360 grados. Un hijo pone a prueba a los padres. Su llegada trae un sinfin de emociones que muchas veces nos desorientan. Más de una vez los adultos no encontramos la respuesta a la catarata de incógnitas al que el recién nacido nos somete. Una de ellas es el llanto insistente (y bastante perturbador, por cierto) del chiquito, ese que expresa algo que intentamos descifrar entre el sueño, el hambre o el dolor.

Cuando el bebé sale de la panza, lo primero que hace es llorar. Comunica su salida al mundo, su encuentro con el aire, su separación del cuerpo que lo nutrió y lo cobijó durante 9 meses. Con el primer instante de vida, el llanto marca su primera respiración, el cambio de estar en un medio gaseoso por el que antes fue líquido. La primera inspiración es tan importe como la última porque abre y cierra un ciclo de la vida. El oxígeno es al cerebro aquello que le permitirá que la mente inicie la construcción de significados y sentido de la vida, es la bienvenida al mundo. Luego vendrán otros llantos, otras razones, otros motivos, otros sentidos. Vendrán mamás y papás desvelados, somnolientos, tratando de calmar esos gritos, tal vez asustados (sobre todo si son primerizos) y, con una abultada lista de preguntas. Parte del dramático puerperio tiene que ver con cómo entender a ese nuevo ser, sus necesidades y sensaciones.

El llanto está diseñado para molestar, para no pasar desapercibido, para que hagamos algo. Contrariamente a la vieja idea de que el llanto es necesario “para que expandan los pulmones” y que es bueno dejarlos llorar un poco, lo cierto es que el llanto necesita ser atendido. Uno no puede ser indiferente al llanto de un bebé: buscamos ver de dónde viene y qué está pasando. El llanto llama a la acción. El bebé que llora está buscando una respuesta por parte de sus papás y bajo ninguna circunstancia debería ser ignorado. Esto genera terror y confusión en un bebé que no puede decodificar esa falta de respuesta. No es tampoco real la idea de que el bebé deba aprender a autoconsolarse. Este tipo de consejos que promueven, por ejemplo, los métodos de entrenamiento para “enseñar a dormir” a los bebés a fuerza de llanto ya están totalmente desmontados por las neurociencias, que se han ocupado de demostrar las consecuencias neurológicas, psicológicas, físicas y emocionales del llanto no atendido.

El llanto es para los bebés una forma vital y legítima de comunicación. Cuando un bebé llora, lo que busca expresar es : dolor, miedo, calor, hambre, frío, inseguridad… hay una gama grande de emociones que el bebé traduce en llanto. Incluso puede llorar por exceso de estimulación”. Lo importante es poder aprender a responder a las necesidades que el niño expresa al llorar, ya que eso le dará afecto y confianza. Utilizando el básico y un mínimo de sentido común, hay que oponerse a esas corrientes que recomiendan dejar que la situación se resuelva sola o que insisten en respetar cada horario de lactancia. El bebé puede pedir ser amamantado por otro motivo que no nada tenga que ver con el hambre. Puede necesitar ser consolado. Retrasarlo no tiene ningún sentido.

El bebé no tiene que aguantar ningún horario si tiene la necesidad de alimentarse, de sed, o de que lo tomen en brazos. Nunca dejaríamos llorar a un adulto sin intentar consolarlo. La situación del bebé que llora pude minar la confianza de madres y padres, generar estrés y hacer que la irritabilidad sea protagonista en el nuevo hogar. En ocasiones, es bueno probar con otro familiar para ver si se calma. Los bebés detectan a los padres ansiosos y se forma un círculo vicioso del cual es complicado poder salirse.

En el proceso de construcción del vínculo que se arma entre la mamá (como principal figura de apego) y el bebé, ésta lo irá conociendo y aprendiendo a decodificar qué intenta transmitirle su bebé cuando llora. Muchas veces es difícil entender qué es lo que realmente le pasa al bebé y por qué llora. Erróneamente se tiende a pensar, especialmente cuando hablamos de un recién nacido, que siempre que llora es por hambre; esto no es así. Un bebé tiene muchas necesidades que precisan ser cubiertas y diría que la mayoría de ellas tienen respuesta en los brazos de su madre.

El cuerpo de la madre es el hábitat del recién nacido y lo será por muchos meses, hasta que el bebé gane autonomía en el desplazamiento y pueda separarse voluntariamente de su madre, por ejemplo, cuando comienzan a reptar o gatear. En esa etapa, precisamente, aparece el llanto como herramienta de comunicación para expresar los temores de lo que se conoce como “angustia de separación”. El bebé puede expresar también situaciones de estrés relacionadas con la gestación (cómo atravesó la mamá el embarazo, si estuvo preocupada o angustiada por algo, si ocurrió alguna cuestión imprevista que provocó sentimientos negativos), con el nacimiento (si fue un momento respetado, acompañado, amoroso, o más bien violentado e intervenido, si el bebé fue separado de su madre al nacer o pudo permanecer con ella) y con el estado emocional de la mamá, entendiendo que mamá y bebé comparten el mismo campo emocional, que están fusionados emocionalmente y que lo que a ella le esté sucediendo, por más que lo acalle, podrá ser canalizado y expresado por el bebé a través del llanto. En ese sentido, se dice que “el bebé llora lo que la madre calla”.

La madre puede sentir angustia o frustración si no logra calmar a su bebé. Es, sin dudas, una situación estresante y ella puede experimentar un gran sentimiento de incompetencia. Pero hay que entender que la crianza de un bebé representa una demanda total, una entrega inconmensurable, un poner el cuerpo 24/7 que puede resultar desbordante y agotador, muy especialmente si la madre se siente o está poco acompañada. La crianza en soledad es una situación cotidiana para muchas madres que atraviesan el puerperio pasando muchas horas al día solas con sus bebés. La madre podrá sostener mejor a su bebé si hay un entorno amoroso que la sostenga a ella. No es una buena idea que una mujer puérpera pase tantas horas del día sola porque es altamente probable que se sienta agobiada. A veces las mujeres no cuentan con nadie: la pareja trabaja todo el día, la madre vive lejos o también trabaja, hermanas o amigas tienen sus obligaciones. La noción de “tribu” quedó en desuso a partir de la vida desarrollada en las grandes urbes. Esta crianza solitaria puede ser muy difícil de llevar para muchísimas mujeres y verse en ese contexto, conteniendo un llanto, puede generar a la larga sentimientos de rechazo y problemas en el vínculo, especialmente si el bebé es un bebé que llora mucho. Entonces, es un perro que se muerde la cola: La madre necesita consolar un llanto que muchas veces es propio, y en un entorno de soledad.  Hay que recuperar esas tribus de antaño, así sea de manera virtual. Las redes sociales en alguna medida hacen las veces de red de contención de muchas madres, todos los días. Eso le permitirá conectar con su hijo y tener resto emocional para contener un llanto o cualquier otra cosa. Y para llorar ella también aquello que necesite llorar.

Por otra parte, es cierto que hay bebés más “llorones” que otros. Esto se debe a una cuestión relacionada con el temperamento de cada bebé, que lo puede hacer más sensible o reactivo a determinados estímulos y situaciones que pueden desencadenar el llanto (sobreestimulación, ruidos fuertes, separación de su madre, etcétera).

En lo que respecta a la alimentación, por ejemplo, existen  “señales tempranas de hambre”. El llanto, en ese caso, es una señal tardía. Antes de romper en llanto, el bebé avisó que necesitaba ser alimentado: agitó sus extremidades, giró la cabeza hacia un lado y hacia el otro, “hociqueó” con su boquita como buscando en el aire, chasqueó los labios, se chupó los puños… Y si nadie respondió a estos indicadores, llegará el llanto y habrá que tratar de tranquilizar al bebé antes de alimentarlo. En cuanto al sueño, el bebé también da señales: cuando está cansado y llega su momento de dormir, va bajando la actividad física, se aquieta, puede quedarse con la mirada perdida. Signos como ojos vidriosos o restregarse los ojitos son señales tardías de cansancio. Si el bebé sigue siendo estimulado a pesar de dar estas señales, seguramente termine llorando. En general, los bebés que están en estrecho contacto con sus madres lloran menos, porque esa cercanía hace que naturalmente las madres sean más eficaces a esas señales.

Tips útiles para calmar el llanto de tu bebé

  • Alimentarlo.
  • Cambiarle el pañal
  • Intentar dormirlo.
  • Tomarlo en brazos.
  • Quitarle la ropa si está muy abrigado.
  • Observar su piel y su comportamiento, por si parece enfermo.
  • Comprobar su temperatura.
  • Hablarle de manera tranquila y acariciarlo con suavidad
  • Examinarlo en busca de algún posible dolor
  • Permitir que una persona tranquila, que no esté cargada de ansiedad lo tome y le dé un paseo.

  • Algunos bebés se calman con ruidos insólitos como: el sonido monótono del un lavarropas o incluso el de una aspiradora. Otros bebés se calman al pasearlos en auto o con el cochecito en la calle o en un plaza o parque. Si nada de esto funciona, los papás pueden dejar al bebé en un lugar seguro y alejarse unos minutos para calmar la ansiedad. Nunca debemos sacudirlo bruscamente.
  • La idea del contacto físico al bebé mientras llora no sólo es necesaria, sino que también es positiva. Incluso si el bebé llora por algún rato y cuesta calmarlo -durante los episodios de cólicos, por ejemplo- será siempre mejor que lo haga en brazos de su madre o padre.
  • El porteo, que es la práctica de llevar el bebé pegado al cuerpo empleando un portabebés ergonómico (fular, bandolera, mochila), es también un gran recurso para contener a un bebé que llora.
  • Ofrecer el pecho será siempre una buena opción, si entendemos que dar la teta no es simplemente dar leche saliendo de un pezón. Amamantar es mucho más que solo alimentar a un bebé y, en la mayoría de los casos, la teta es una gran consoladora de llantos y malestares varios.
  • Reducir los estímulos del ambiente (bajar las luces y los ruidos) o bien cambiar de ambiente también puede ser de ayuda.
  • Y, sobre todo: tener mucha, mucha, mucha paciencia.

Fuera de estos aspectos y de las necesidades fisiológicas y emocionales, también será importante evaluar aspectos de la salud y si el llanto -en especial si es persistente y prácticamente imposible de consolar- está asociado a un malestar físico (alergias alimentarias, reflujo u otro tipo de cuadro de salud). Si el llanto es persistente, difícil de consolar, si no puede asociarse a ninguna razón aparente y no puede resolverse con las respuestas básicas (ofrecer pecho o biberón según el caso, contacto, mirada, palabras, movimiento, etc.), los padres no deberían quedarse con la duda de qué es lo que le puede estar pasando a su bebé, y deben hacerlo ver por su pediatra.