24 de abril de 2024

Como gestionar conflictos con los niños sin recurrir al castigo

A los papás también les abruman las emociones y en algunos momentos de tensión los nervios nos ganan y terminamos castigando a nuestros hijos. Muchas veces lo hacemos sin saber que esta reacción refuerza las conductas negativas en los pequeños. Para aprender a gestionar conflictos sin castigos, lo ideal es que como educadores cultivemos su inteligencia emocional y aprendan estrategias para ganarle el partido a los eventos agresivos y estresantes con los que a veces tienes que lidiar; así podremos gestionar conflictos sin castigos.

Ya no hay dudas de que los castigos no sirven para crear aprendizajes a largo plazo. Esto sucede porque el castigo no cambia las causas que provocan la conducta inapropiada y lejos de mejorar la situación, engendra en el niño emociones negativas hacia quien se los impone; por eso es necesario aprender otras maneras para mostrarles a los niños a manejarse de forma constructiva. ¿Cómo hacerlo? Una buena estrategia es trabajar en dos direcciones de manera paralela. Una de ellas es la reflexión y otra la intervención. Pero antes de eso es necesario que cultives la paciencia, la empatía y la creatividad. Educar a tu hijo requiere que te desprogrames y aprendas a conservar la calma en todos los momentos, eso hará la diferencia, pues desde la serenidad podrás actuar en lugar de reaccionar imponiéndole un castigo a tus hijos.

Para aprender a gestionar conflictos sin recurrir a los castigos, en primer lugar, es necesario analizar si realmente nuestro hijo se está portando mal. Es adecuado meditar bajo qué parámetros su conducta es inadecuada. Si es así, reflexionar sobre qué provocó esa conducta y qué hay detrás de ese mal comportamiento. Hay que tener en cuenta que con mucha frecuencia detrás de algunas conductas inadecuadas de los niños, lo que prevalece es la falta de herramientas e información que le hubieran permitido al niño actuar de otra manera. Es bueno que sepamos que cuando estamos frente al calor de un conflicto que nos genera ira o agresividad, lo mejor es  no actuar bajo el influjo de ese estado emocional, pero sí en cambio se trata de una agresión entre hermanos (una escena que a veces es muy frecuente) lo primero que debemos hacer separarlos y resguardar al agredido a salvo.

Sin embargo, lo más importante es no añadir más fuego al conflicto y evitar agregarle más conflicto y agresión a la situación. En ese momento, lo mejor que podemos hacer es acompañarlo de manera silenciosa y tranquila, hasta que se calme. Podemos incluso abrazarlo si se deja. Tratra de calmarlo con algunas palabras, sin que estas busquen responsables o respuestas de lo que pasó. Cuando esté calmado ahí es el momento de conversar. Luego, y ya con una actitud serena, debemos pedirle al niño/a describa lo que pasó. Cuando lo haga, escucharlo sin corregirlo ni juzgarlo. Si nuestro hijo/a no tiene la capacidad de hacerlo porque aún es muy pequeño/a o por falta de recursos del lenguaje, bien  se lo puede ayudar a reconstruir los hechos, pero siempre con un lenguaje moderado y conciliador. El punto central de esta conversación es que el niño logre identificar la emoción que lo llevó a comportarse de manera inadecuada o violenta y qué sintió después de haberse comportado así. Reconocer la emoción es importante, así como también lo es no inhibirla. La idea es que le enseñemos a identificar sus emociones y gestionarlas de manera adecuada. Es normal que sienta bronca o rabia, pero no está bien que reaccione golpeando a otro niño, por ejemplo.

Controlar las emociones es un punto clave

  • Enseñarle a reconocer y validar sus emociones, todas son parte de nuestra naturaleza humana, por lo que juzgarlas como buenas o malas invita a la culpa e impide que sean correctamente canalizadas.
  • Explicarle cómo te sentiste con su mal comportamiento. Usá las palabras adecuadas y llamá a cada emoción por su nombre, por ejemplo: Me sentí frustrada, molesta, triste y evita usar frases como me hiciste sentir. Cuando decís frustrada demostrás que te haces cargo de tus emociones y no se las cargas a tu hijo.
  • Ayudarlo a empatizar a través de ejemplos cotidianos:  que lo conecten con una emoción parecida. Para lograrlo podemos utilizar películas, dibujos animados, cuentos, algún incidente en el colegio… Es preciso que le recordemos los puntos que han conversado y si es necesario volver a conversar , hacerlo las veces que sean necesarias; al hacerlo evitar las fastidiosas frases “cuántas veces te he dicho que…”

Los niños necesitan menos castigos y más palabras y la ciencia lo ha demostrado, porque es bien sabido que nuestro cerebro tiene muchas dificultades para procesar la palabra “no”; así pues tienes muchas más probabilidades de ser escuchada cuando estructuramos nuestras frases en positivo y no de forma negativa.