19 marzo, 2024

8 tips para no sentirnos desbordados

¿Cuántas veces, como padres, nos hemos sentido que estamos en medio de un torbellino y haciendo malabares en toda la jornada, todos los días? Ocuparse de un hijo no sólo implica escucharlos, alimentarlos, vestirlos. También entran en juego: tareas y deberes escolares, las clases extraescolares, el trabajo, ordenar el hogar…. etc, etc. La mayoría vivimos en un estado de supervivencia constante y con la sensación, en algún momento, de que anduvimos sumidos en un caos.

Esta es nuestra sociedad actual y, esta es la sociedad que va a influir en los niños actuales. Presente y futuro van de la mano y no es cuestión de culpabilidad, se trata de responsabilidad. Implica el frenar y pararnos a reflexionar y analizar qué estamos haciendo y cómo estamos influyendo en la vida de nuestros hijos/as. ¿Qué estamos haciendo hasta ahora? ¿Funciona? Vamos solucionando las peleas en casa, los conflictos , los enojos y broncas según llegan pero, sin parar a pensar si estamos colocando parches o si realmente estamos proporcionando a nuestros hijos las habilidades que necesitan para ser personas felices y plenas en un futuro.

El desarrollo cerebral de los niños, sobre todo antes de los 3 años, es fundamental. Los gritos no producen aprendizaje sino miedo, los sermones inmunizan, los chantajes no funcionan y así podríamos llegar a una lista interminable de recursos que parecen ser los más utilizados cuando nos hallamos en modo supervivencia, impidiendo así el correcto desarrollo de nuestros hijos. Un cerebro integrado da lugar a una mejor toma de decisiones, un mayor control del cuerpo y las emociones, una comprensión de uno mismo más plena, unas relaciones más sólidas y un buen rendimiento escolar. Y todo empieza por las experiencias proporcionadas por los padres.

Tener el cerebro integrado es mantener los dos hemisferios cerebrales en equilibrio. Para ello, una herramiento fundamental es el autocontrol. Hoy sabemos que podemos volver a integrar nuestro cerebro en los momentos de caos y lo más importante, que también podemos enseñar a los niños a hacerlo. También, interviene una parte importante en neuroeducación y es el descubrimiento de las neuronas espejo. Estas neuronas hacen que de manera inconsciente copiemos el estado emocional de la persona que tenemos delante, por eso es fácil que perdamos los estribos ante las «insoportables» rabietas de los chiccos/as.

Lo mejor de todo y la buena noticia es que sabiendo que funcionamos mejor con nuestro cerebro integrado y la existencia de las neuronas espejo, podemos ser conscientes de la necesidad de mantener la calma en la educación de nuestros hijos. Poder nombrar nuestras emociones, expresarlas y darnos cuenta de que estamos por perder «control», son los beneficios de tener nuestro cerebro integrado.

Es vital buscar nuestro espacio para salir a dar un paseo, hacer ejercicio, salir con amigos o simplemente leer en un libro, en paz y, en silencio. Se trata de disponer de ese tiempo que pensamos que la maternidad o paternidad en algún momento nos ha arrebatado, para dedicarnos a nosotros mismos, si nosotros nos sentimos mejor ellos también se sentirán mejor.

Además del autocuidado, para mantener la calma en los momentos de conflicto podemos:

  1. Ser conscientes de que estamos a punto de «estallar» y, de ser necesario retirarnos. Cuando nos calmamos nuestro cerebro funciona mejor. De esta forma, damos el ejemplo.
  2. No tomarnos el conflicto como algo personal.
  3. Abandonar la urgencia, especialmente con los más pequeños. No siempre el “aquí y ahora” es el momento para resolver el problema.
  4. Activar el pensamiento positivo y valorar la situación como una oportunidad de aprendizaje. ¿Qué ha pasado? ¿cómo te sentís? ¿qué podemos hacer a partir de ahora para solucionarlo?
  5. No te preocupes por las cosas sin importancia, guardá tu energía para lo que realmente importa.
  6. Dormir lo suficiente (o al menos intentarlo).
  7. Expresar cómo nos sentimos. Tener honestidad emocional.
  8. Es aconsejable bajar nuestro nivel de exigencia, tener el valor de ser imperfecto considerando cada error como una oportunidad de aprendizaje, debemos tener el valor de ser imperfectos.

En definitiva lo que toda mamá y/o papá buscan no es el hecho de tener hijos perfectos,  sino que se sientan plenos, satisfechos, alegres y felices.