25 de abril de 2024

¿Cómo es el síndrome del niño emperador?

En los últimos tiempos es cada vezs más frecuente ver a niños pequeños retando, desafiando y burlando a sus padres o a otras figuras adultas o de autoridad. Lo preocupante es que estas actitudes parecen no tener un fin hasta el punto extremo de que los padres son maltratados por sus propios hijos. Estamos hablamos del síndrome del niño emperador, tirano o  rey. Se los puede observar haciéndoles burlas a los papás, gritándoles, utilizando malas palabras, etc con el único fin de obtener aquello que desean caprichosamente en un momento determinado.

Lo que más llama la atención es que cuantas más actitudes tiranas manifiesta el niño o niña, mayor es el esfuerzo que el adulto de referencia hace por complacerlo. Un adulto desbordado ante las exigencias de su hijo que acaba sintiéndose culpable por no lograr satisfacer sus deseos. Y, el pequeño emperador ya tiene recursos de sobra para salir airoso de cualquier situación que se presente.

Características del síndrome del emperador

  • Percepción exagerada de lo que le corresponde. No pide, exige; hasta el punto de no sentirse satisfecho con nada. Cuando consigue lo quiere, vuelve a querer más cosas.
  • Baja tolerancia a la frustración, aburrimiento o negación ante aquello que han solicitado. En estos casos, responde con rabietas, ira, insultos o violencia delante de familia y amistades, sin importar si el lugar es público.
  • Presenta pocas estrategias para resolver problemas por sí mismo. Está acostumbrado a que se los resuelvan.
  • Su egocentrismo le hace creer firmemente que el mundo gira alrededor de él.
  • Siempre encuentra justificación para sus conductas y culpabiliza a los demás de las mismas.
  • No empatiza. Por tanto, no siente remordimientos cuando grita, amenaza o agrede físicamente.
  • Discute las normas y los castigos con sus padres, aquellos a quienes llama malos o injustos. Este aspecto le beneficia, ya que consigue que se sientan mal y cedan de nuevo ofreciéndole más privilegios.
  • No responde bien ante figuras de autoridad o normas sociales.
  • Tiene baja autoestima pero esta es enmascarada con sus conductas tiranas.
  • La mayor parte del tiempo está triste, ansioso, enojado, etc.

¿A qué se debe el aumento de este fenómeno?

Además de la existencia de una predisposición genética, parece que la responsabilidad recae principalmente en dos aspectos: un estilo educativo permisivo y la influencia de la sociedad actual. La falta de límites claros hace creer a los niños, de forma errónea, que tienen derecho a hacer lo que quieran en el momento que deseen. Dentro de ese derecho, no son conscientes de que las recompensas requieren de un esfuerzo previo y que deben respetar a los demás. Por otro lado, no podemos obviar la influencia de la sociedad consumista e individualista en la que estamos inmersos actualmente; ni la rígida jornada laboral que la mayoría de los padres tienen, la cual repercute en el tiempo de calidad que pueden ofrecer a sus hijos.

Si unimos todos estos factores, podemos tratar la hipótesis de que los más pequeños se acostumbran a no valorar las cosas y a primar sus deseos inmediatos por encima de todo. Asimismo, los padres acaban también por frustrarse. Hagan lo que hagan su hijo no estará saciado de atención.

Para educar a niños fuertes, sanos e inteligentes emocionalmente es preciso poner límites claros desde el principio. Es esencial que los niños experimenten cierto grado de frustración, para que puedan comprender que el mundo requiere de esfuerzo y respeto hacia los demás. Dejar que el mundo gire alrededor de ellos les hace un enorme favor, pero a la larga un chico que no ha experimentado frustración, es un niño con cierta debilidad. En un futuro, tendrá muchas dificultades para afrontar nuevas situaciones y solucionar problemas porque descubrirá que la vida no está hecha a su medida, ni todo es como le gustaría.