28 marzo, 2024

¿Qué significa sufrir agresión o violencia en el parto?

El acto de toda mujer al parir, no es sólo un acto físico, sino que en el ser humano, la mujer que da a luz a su hijo también lleva consigo una gran mochila de sentimientos, emociones, dudas, temores, esperanza y fe. Debido a esto, puede transformarse en una experiencia muy desagradable y hasta traumática, si las mujeres sienten que las tratan como simples «envases» que deben liberar su «contenido».
La violencia obstétrica deja marcas profundas en quien la padece. Frases como «Calmáte!» «No grités tanto!» «Dejá de llorar que no duele para tanto!» «Podés complicar el part con tu actitud!», son expresiones realmente dolorosas para la mujer que está dando a luz, la infatilizan y, la relegan a un espacio de burla e indefensión, que anulan toda su expresión de lógico dolor y confusión en un momento crucial de sus vidas. Es por eso que, parir con dignidad y rodeada de un personal médico que acompañe a la paciente con una actitud respetuosa no es un privilegio, ni una concesión excepcional, sino que es un derecho.

Para ser un buen profesional médico no solamente es importante poseer conocimientos «técnicos», sino que también implica saber tratar a los pacientes, con respeto, comprensión y empatía. Implica ocuparse del bienestar físico y psicológico de sus pacientes. Los numerosos recortes en sectores como la sanidad no hace sino acrecentar que se produzcan hechos desagradables en la relación médico-paciente, ya que el primero puede sentirse exhausto y colapsado y los pacientes pueden percibir que no se les entiende o que directamente nadie se interesa en ellos.

Se nos dice que debemos parir, a veces casi como una imposición tácita de la sociedad. En cambio, cuando las mujeres enfrentan los dilemas que eso conlleva no se las trata en la mayoría de las ocasiones como se debería. Esto no sólo se da en el parto, sino en cualquier aspecto de la salud reproductiva de las mujeres. No es extraño que algunas mujeres se sientan atraídas por otro tipo de atención que no sea el circuito médico protocolario, ya que en ocasiones se sienten desposeídas de toda decisión importante en el proceso de su embarazo y parto; aún corriendo el riesgo de no recibir una atención médica rigurosa y especializada en un hospital con todas las garantías sanitarias.

Como el resto de decisiones en la vida, vivir es aprender a decidir. Impedir las decisiones libres es someter, no asesorar. No son pocas las ocasiones en las cuales la mujer embarazada recibe un trato extremadamente autoritario por parte de su entorno, como si su capacidad de juicio estuviese reducida.

El parto es un momento esperado y anhelado por toda mujer embarazada. Después de un embarazo y una serie de profundos cambios físicos y psicológicos, la mujer desea que todo salga bien. La contradicción radica en que para una mujer que todo salga bien no se reduce sólo a que no surjan complicaciones médicas en el parto. La mujer desea parir sintiendo que está atendida, que sus contracciones dolorosas no son minimizadas ni ridiculizadas. La idea arraigada de que las mujeres se encuentran con las hormonas disparadas y no responden de sí mismas a veces no es un hecho real, sino que responde a una profecía autocumplida: si el personal sanitario trata a la mujer como una histérica desde el inicio, quizás ella terminará comportándose como tal.

Violencia obstétrica es negar información, practicar cesáreas innecesarias, inyectar fármacos cuando no corresponde, maltratar verbal y físicamente a las embarazadas antes, durante y después del parto. Si una persona nota que la maltratan, esto sólo la lleva a acrecentar su frustración y dolor. Por ende, se quejarán, como única manera de defenderse y, en respuesta a ese trato desconsiderado y humillante. Aunque suene increíble o exagerado, la realidad es que una gran parte de mujeres que sufren una depresión postparto identifican como factor de estrés de primer orden, el trato recibido por el personal sanitario durante su embarazo, parto o postparto. Es muy común que las mujeres se sientan solas y desbordadas por su nuevo papel de madres, que una sensación de vacío y tristeza se apodere de ellas tras haber dado a luz. Si reciben un trato deshumanizado por parte del personal sanitario, esta sensación se acentúa.

Se han sentido expectantes durante muchos meses, pero nadie les ha advertido de que sufrirán un proceso de readapatación duro y que el sentir ganas de llorar continuamente es algo común y natural. Ahí es cuando puede nacer un sentimiento de culpa e incluso pueden llegar a sentir una profunda incomprensión por parte de su entorno. Esto no pasa en todos los casos, pero sí con la suficiente frecuencia para que sea tomado en cuenta. La información real que le haya proporcionado el personal médico acerca de su postparto es una baza de fortaleza ante los retos que su nuevo papel como madres requiere. No informar adecuadamente también es una forma de indiferencia, de negligencia.

Por otra parte, tampoco se puede reafirmar el hecho de que si la mujer embarazada recibe un trato cálido y empático, entonces evitará todo sentimiento de tristeza o de desesperación ocasionales del embarazo, parto y postparto, pero SI que, los amortigua y minimiza.

Denunciar la violencia obstétrica no es demonizar a todo el staff médico obstétrico, sino todo lo contrario. Denunciar un trato deshumanizado, querer parir con dignidad y desear un buen trato por parte de los profesionales que nos atienden, es querer que formen parte de uno de los momentos más importantes de nuestra vida, de una manera positiva.

Por suerte, muchos médicos obstetras y parteras son conscientes de esta situación y realizan una fantástica labor en la atención y acompañamiento de la mujer sola o de la mujer y su pareja para que la información no sea percibida como algo exclusivo, sino como una condición necesaria en todo trato digno de un proceso natural pero a veces contradictorio. Quizás puedan surgir discrepancias o puntos de vista diferentes, pero con voluntad y vocación el personal sanitario sabrá proporcionar la información adecuada para la paciente, que tiene que sentirse parte activa de ese importante proceso que cambiará para siempre su vida.