19 marzo, 2024

Maneras de ayudar a nuestros hijos a confiar en si mismos

La confianza es innata, se trata de una fuerza interior con la que nacen todos los chicos, que los prepara para realizar cualquier aprendizaje que sea necesario. El rol de los padres es mantener viva esa confianza y avivarla cada vez que sea necesario, o sea, cuando el chico deba que enfrentar nuevos aprendizajes, desde aprender a atarse los cordones, aprender un idioma extranjera, realizar pasos de ballet o patear una pelota. Cuando las cosas no les salen bien, los chicos más necesitan de sus papás, entrenadores y maestros. Algo para prestar atención desde el primer momento es la palabra. Las palabras de los seres significativos en la vida de un chico dejan una marca, una especie de huella. Se convierten en el gran instrumento de aliento y confianza o lo contrario. Es importantísimo que aquellas personas a cargo de la educación de los chicos sepan que lo que va a determinar el éxito en la vida de un chico es la imagen que tenga de sí mismo: esa es la base de la confianza en sí mismos. Y esa imagen se ve reflejada en los tres espejos a donde el chico va a mirarse para ver quién es: los padres, sus maestros y entrenadores, y el tercer espejo que son sus pares.

Las herramientas que se pueden utilizar para ayudar a los chicos a ver lo mejor de sí mismos y desarrollar su potencia, son muchas. Lo primordial consiste en poner más énfasis en sus aciertos que en sus errores. Un chico que es más consciente de las cosas que no le salen bien que de aquellas en las que se destaca, nunca desarrollará al máximo su potencial. Por ejemplo, si un hijo tiene dificultades en una materia escolar y saca calificaciones bajas en esa asignatura, es evidente que requiere acción para mejorar. ¿Pero es necesariamente la que más atención merece? ¿Es la que debe convertirse en el centro de nuestras conversaciones y preocupaciones? Si así lo hiciera, ¿cuánto tiempo y energía nos quedará para hablar con nuestro hijo sobre su talento natural en otras materias o asignaturas? ¿Cuánta motivación le quedará a nuestro hijo? Cuando hacemos de nuestras debilidades el centro de nuestra atención, nuestras áreas de talento natural quedan a la sombra de nuestra preocupación. Y esto cuenta para chicos y adultos: aquello a lo que prestamos atención, crece.

Es así como, lo mejor que podemos hacer desde que son chicos, es crear un espacio donde ellos puedan hablar abiertamente de las cosas que les preocupan, de los obstáculos que están enfrentando o los desafíos que tienen por delante. Hay que llevar adelante un ritual familiar muy poderoso, una vez por semana. Se trata de tener una comida por semana en la que todos los miembros de la familia estén presentes. La idea es que sea una comida sin apuro y en la que se genere un diálogo abierto en el que todos estén invitados a expresarse. La clave: en esta comida no debe haber sermones, instrucciones sobre modales, órdenes, correcciones sobre maneras de hablar, críticas ni juicios. Este punto no es tan fácil para la mayoría de los padres, porque estamos tan acostumbrados a ser las autoridades de la casa (y está bien que así sea) que nos cuesta salirnos de ese rol. Solo se trata de hacerlo durante dos horas por semana. Si logramos controlar, solo por ese período, el impulso de ser la autoridad de la casa, si durante esa comida los padres podemos expresar abiertamente nuestros pensamientos y emociones ante nuestros hijos e invitarlos a hacer lo mismo, estaremos generando un espacio único. Un espacio donde la calidad de la comunicación familiar aumentará notablemente. Además, si en lugar de hacer una sucesión de preguntas cerradas, que tienen la intención de vigilar que todo esté marchando bien (¿qué tal la escuela?, ¿hiciste la tarea?, ¿tienes el uniforme listo para mañana?), hacemos preguntas abiertas y abrimos el espacio de escucha, todo cambia. Ejemplos de preguntas para fomentar el diálogo familiar e invitar a nuestros hijos a hablar sobre los obstáculos o desafíos que estén enfrentando: ¿Qué fue lo mejor que te pasó esta semana?, ¿Qué fue lo más difícil de esta semana?, ¿Qué desafío tenés por delante para los próximos días?

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La clave está en que todos los miembros de la familia respondan las preguntas, no solo los chicos. Esto hará que ellos no solo conozcan más y mejor a sus padres, sino que aprendan a ponerles palabras a sus emociones y que vean a sus padres como seres humanos y no como sabelotodos. Puede ser muy enriquecedor para un hijo escuchar a su padre decir «Lo más difícil de esta semana ha sido enterarme de que un amigo muy querido ha perdido su trabajo, estoy preocupado por él y buscaré la manera de apoyarlo». De esa manera, ellos también se animarán a hablar de los obstáculos que estén enfrentando. Y una buena práctica es que luego todos sugieran posibles soluciones o acciones para salir adelante. Así les enseñaremos dos actitudes clave: que es importante expresar lo que uno piensa y siente frente a las dificultades de la vida, y que es muy importante poner el foco en pensar en posibles soluciones.

Para fomentarles la auotoestima en su propia imágen y aspecto físico, hay que hablar de los cinco componentes de la autoestima. El segundo componente es el sentido de la identidad. Uno de los pilares que definen la identidad de un niño es el valor del atractivo físico. Las heridas a la imagen que un chico tiene de sí mismo pueden empezar desde muy temprano. A veces los padres, de manera involuntaria, son los primeros en producirlas: a través de comentarios sarcásticos, irónicos, comparativos. Hay padres que no se dan cuenta del daño que producen con los apodos. Cualquier apodo que los padres pongamos -gorda, negra, larva, enano, vago, piojo, panzón- puede generar un impacto negativo en los chicos y, provocarles un daño a su autoimagen y a su confianza personal. El uso del sarcasmo y la ironía también es corrosivo para el sentido de identidad de un chico.

Hay ciertos indicios que pueden dar cuenta de un autoconcepto lastimado. Algunos de ellos son:

  • Con frecuencia usa frases negativas para referirse a sí mismo o a los demás.
  • Es hipersensible a la crítica y se avergüenza con facilidad.
  • Le falta confianza en su apariencia física o destreza física.
  • Busca complacer a los adultos y suele depender de ellos.
  • Se pone incómodo frente a los elogios: los desestima, niega o se avergüenza con ellos.
  • Le da miedo mostrarse diferente a los demás.
  • A veces usa la ropa de manera exagerada: o se tapa de pies a cabeza, o busca llamar mucho la atención con su forma de vestirse.

Si notamos varios de estos síntomas, es momento de desarrollar un plan para rescatar su sentido de identidad. Lo más importante de todo es lograr transmitirle su sentido de ser único. Los chicos son muy propensos a compararse con los demás, por eso es clave que podamos trabajar sobre la idea de que son personas únicas.

Algunas técnicas recomendadas:

1.Hablar mucho de sus fortalezas. Nunca demos por sentado sus talentos naturales, sus buenos gestos y actitudes y, por sobre todo, no hagamos de sus debilidades el centro de nuestra atención. Su identidad se fortalece cuando conocen bien sus áreas fuertes.

2.Crear un espacio llamado tu tiempo: puede ser tan breve como cinco minutos. Es el momento donde nuestros hijos pueden contarnos de manera privada y sin ninguna interrupción cualquier desafío, obstáculo o preocupación que tengan. Si no los hay, tu tiempo puede ser usado para hablar de logros. ¿Hace falta decir que en tu tiempo los teléfonos celulares no están invitados a participar?

3.Hablar de ellos de forma positiva delante de los demás. Parece obvio, ¿verdad? Sin embargo, no lo es. Muchos padres hacen comentarios negativos o irónicos acerca de sus hijos delante de otros. A veces con la intención de ser graciosos frente a amigos pueden decir cosas como: «Si vieras el desorden que tiene este niño en su habitación. Es un desastre!». Cada vez que hacemos un comentario así frente a otros, el chico se siente expuesto y ridiculizado.

4.Animarlos a expresar sus sentimientos: permitirles llorar, enojarse, estar tristes. Preguntar para comprender, no para intentar solucionar de inmediato. Con niños chiquitos que aún no saben poner nombre a lo que sienten, es muy útil usar cuentos. Si se siente inadecuado en un grupo de amigos nuevo, podríamos leerle «El patito feo» y al terminar, invitarlo a hacer una reflexión: ¿te sientes como el patito feo alguna vez?

5.Evitar, como si fuera veneno, el uso del sarcasmo, la ironía y el uso de etiquetas.

6. No decirles que se las arreglen solos para solucionar un problema. Refuercen la autoestima, díganles y hagan que se sientan queridos, amados. Hay niños que no sólo tienen sed de agua o hambre de pan; su mayor pobreza es la ausencia de nuestra mirada.

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