19 de abril de 2024

Las rutinas son importantes para los niños

Cuando los padres dan a luz, especialmente los primerizos, se tienen que acomodar a un nuevo orden de prioridades en sus vidas. Si bien el amor incondicional hacia el hijo es la herramienta fundamental para comenzar los pasos hacia una crianza adecuada, muchas veces los temores, las inseguridades, la falta de experiencia y los comentarios de terceros hacen que, por momentos, el rol de ser padres pueda confundirte y hacerte dudar. ¿Estaremos haciendo bien las cosas con nuestro bebé?

Hasta que llegan a los 12 meses las rutinas se establecieron en función a las necesidades del chiquito. Los horarios para dormir de noche, las siestas, los momentos en que está despierto, el horario de las comidas, los cambios de pañales, las salidas a pasear en cochechito y, hasta el momento del baño eran actividades realizadas en forma constante y cuyos tiempos fueron variando considerablemente.

Cuando llegan a cumplir el año de vida, la adaptación a las necesidades empieza a ser un ida y vuelta. Por un lado los mayores cambian algunos de sus horarios y actividades en función del pequeño y éste también se adapta a las rutinas que le son brindadas. Es muy importante respetar y mantener un ritmo continuo y constante. No tiene que ser en forma rígida porque sería imposible de sostener en el tiempo y terminaría causando tensiones por ejercer presiones porque sí, sin basarse en necesidades genuinas.

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Poder incluir al chiquito en las rutinas diarias y compartidas por la familia significa incluirlo como uno más, que es diferente en algunas cosas, pero que es igual en otras y por eso puede compartirles y ser parte del núcleo familiar sin inconvenientes. La hora del almuerzo o de la cena puede ser un ejemplo. El chiquito de 12 meses puede participar, aunque tarde más, aunque haya que ayudarlo porque le cueste usar bien el tenedor o la cuchara. Estos aspectos no impiden que pueda compartir estar en la mesa con el resto de su familia y, por el contrario, es muy productivo porque al observar como el resto come, irá aprendiendo a hacer lo mismo por sí sólo. Hay que enseñarle y dejar que practique, aunque haga lío o enchastres.

Para el momento en que tenga que irse a dormir, es interesante poder primero darle una baño tibio para que pueda ir relajandose, bañarlo siempre en el mismo horario así se acostumbra y hasta puede anticiparse al acontecimiento. Hay que chequear que si tiene miedo a la oscuridad completa, entonces prenderle un velador con luz tenue hasta que concilie el sueño. No hay que cerrar la puerta de su dormitorio para que pueda sentirse más seguro (le da la sensación de que los padres están cerca y al alcance). Siempre es bueno acostumbrarlos a los cuentos desde que son bien chiquitos y la hora del sueño es la mejor indicada para leerle uno. Acercarle su jueguete, peluche o muñeca perferida a su cuna y que pueda jugar con él hasta quedarse dormido. Si llama a los papás varias veces, lo mejor es acercarse, cantarle, mimarlo, hablarle pero no levantarlo de la cama porque los chiquitos son muy vivos y tomará como costumbre el hecho de llamar para que lo vayan a sacar de su cuna.

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Para despejar cierta dosis de angustia podés incorporar una de serie de rutinas, a partir de los 10 meses del bebé, cuando ya es posible ir marcándole pautas relativas a la rutina del sueño y de la higiene. Las rutinas son los esquemas, usos, patrones o hábitos, y el modo en que se realizan, que cada familia establece para su vida cotidiana. Pueden involucrarlos a todos los integrantes o sólo a algunos de ellos, aunque son reconocidas por todos.

Existen algunas que son impuestas casi intuitivamente y suelen responder a situaciones de sentido común o necesidades personales como el cómo dormir y a qué hora. Otras que son evaluadas por los adultos y seleccionadas para ser aplicadas con sus hijos como puede ser un menú semanal que involucre variedad de platos según el día que se trate. Es importante trabajar la incorporación de rutinas desde los primeros tiempos porque ellas son la base de una crianza saludable y disfrutable, tanto para los pequeños como para los padres.

  • Planificar y manejar los tiempos: sugiriendo organizaciones horarias claras, no necesariamente comprendidas por el niño en un comienzo, pero que irán filtrándose en su cotidianeidad sin estar forzado.
  • Nada de gritos. Ni padres, ni hijos. Se establece, de este modo, una forma de vincularse con el mundo que no da espacio para al diálogo.
  • Estimular la autonomía: incitar al niño a hacerse cargo de manera independiente de las cosas a medida que crece y de acuerdo a sus posibilidades, siempre confiando en que él puede.
  • Tener un orden: es una capacidad que, en ocasiones, es natural a la personalidad de cada uno, pero en otros se cultiva.
Los especialistas explican que cuando el niño poco a poco suma aprendizajes en los pequeños hechos diarios, también va adquiriendo autonomía y eso sirve para ayudar a progresar en su crianza: los padres se van desentendiendo de ciertos temas en lo minucioso porque ya han hecho el trabajo necesario como para que el niño se desenvuelva sin su permanente asistencia o presencia.Un punto extra es que las rutinas permiten organización general en el hogar: es posible planificar con antelación lo que vendrá, preparar lo necesario, evitar imprevistos en aquellos temas previsibles. También dan coherencia al día a día. Los padres se convierten en más fuertes ante la imagen del niño cuando mantienen ciertos esquemas con solidez. Ese respaldo que da la mirada de los niños a esa conducta los hace más seguros.
Las rutinas suelen venir de la mano de los límites. Para eso es fundamental lograr un acuerdo en la pareja para establecer esos comportamientos a cumplir por los niños si caen en los dobles discursos para evitar confusiones. La clave de las rutinas es mantenerlas con firmeza y sin retroceder. Esto es: repetir el mismo horario y orden día a día. No dudar ante la negativa del niño. Si se presenta alguna excepción, por ejemplo, un compromiso a la hora habitual del baño, estar dispuestos a tal flexibilidad pero retomar la rutina al otro día.