18 de abril de 2024

¿Es tan necesario estimular a mi bebé?

Todo el tiempo escuchamos hablar y leer artículos sobre maneras y formas de cómo estimular a los chicos, de la sobreestimulación, de si es buena o no si no es conveniente, etc. Muchos son los papás que hasta llevan a sus pequeños a cursos que explican y tratan el tema de “estimulación temprana”, donde hasta se realizan ejercicios físicos o gimnasis “especial” con sus bebés… algo realmente “bizarro”, por decirlo de algún modo.

Desde las primeras décadas del siglo XX se ha hablado de la importancia de estimular los sentidos de los bebés, para que se desarrollen de manera apropiada. Lamentablemente, esto se ha interpretado como una necesidad de actividades bien planeadas y hasta planificadas para incentivarlo y forzar su avance.

O sea, se ha tergiversado el verdadero significado de lo que significa “estimular” a un chiquito. En términos vulgares se diría que, tanto se ha hablado en los medios del asunto que muchos papás se “han pasado de rosca” y la estimulación como tal, dejó de tener su légitimo sentido. ¿Qué mayor estimulación podría requerir el bebé, más allá de la obtenida a través los cuidados atentos de su madre: su voz hablándole directamente, explicándole lo que va a pasar; sus manos acariciándolo y abrazándolo, es decir, estableciendo un vínculo afectivo especial con él y ofreciéndole la posibilidad de ir explorando libremente el mundo que lo rodea? ¿Por qué forzar sus avances naturales y generarles una estimulación “artificial”?

Todo bebé hace lo que puede y quiere hacer, y cada uno es único y posee sus propios tiempos, ellos realizan lo que les dicta su impulso interior. No debemos pedirles que hagan eso o aquello porque es alamente factible que aún no se encuenren listos. Lo importante es el desarrollo de los movimientos y de la inteligencia basados en la iniciativa del propio bebé, es decir; dejándolo en libertad para que haga lo que su cuerpo le pide hacer, en el momento adecuado, a su propio ritmo y, sin tratar de apresurarlo. Hay que dejar de “enseñarles” porque sino les quitamos la chance de que lo aprendan por si mismos.

Cuanto menos interfiramos los adultos, mayores oportunidades tendremos de observar todo lo que está aprendiendo por su propia cuenta. Si le enseñamos algo para lo que no está listo, lo confundimos y “mareamos”, porque no entiende qué es lo que se espera de él y , además le hacemos sentir que lo que logra no es “suficiente” para nosotros. Le estamos generando una sobreexigencia totalmente innecesaria que puede hasta terminar frustrándolo y condicionando su futuro.

Los niños aprenden teniendo contacto, descubriendo, integrando y organizando el mundo que los rodea y este es el tipo de conocimiento que les sirve para su vida diaria. Sí podemos “colaborar” y para ello, es bueno brindarles un ambiente seguro, en el que puedan moverse y explorar. Cada uno de los movimientos que hace va fortaleciendo su cuerpo, lo va preparando para el siguiente gran paso. De esta manera, no sólo desarrolla agilidad, sino buen juicio sobre lo que puede y no puede hacer; sentido del balance para evitar caerse y para recuperarse cuando esto sucede. Es por eso que, todo esto no quiere decir que dejemos al chiquito “a la deriva” o en solitario durante su aprendizaje. Él o ella necesita sentir nuestra presencia atenta, necesita saber que lo ayudaremos si se encuentra en un problema o en caso que no pueda salir de alguna posición.

El niño que avanza lentamente nos está diciendo que necesita más tiempo para dominar cada movimiento, si lo forzamos, en vez de hacerlo más ágil, se hará menos autónomo, más pasivo y dependerá más de los adultos. Debemos confiar en el plan de la naturaleza para el desarrollo de los bebés, relajarnos y mirar los milagros diarios del desarrollo natural. Esos padres y maestros, que esperan ansiosamente el siguiente gran logro del bebé, como voltearse, gatear, caminar y hablar, no se dan tiempo para observar los sorprendentes pequeños cambios que van ocurriendo todo el tiempo. Lo que nosotros podemos hacer para ayudarle es preparar el ambiente apropiado y organizar sus días con un ritmo sano y armonioso, poniéndole nuestra atención completa en cada interacción con él y ofreciéndole la posibilidad de explorar y moverse libremente.