29 marzo, 2024

¿Podré tener hijos cuando así lo quiera?

Cuando sos mujer, la posibilidad de quedar embarazada «con una sola vez» es lo primero que te aclaran en las clases de educación sexual. Nuestra vida sexual comienza bajo la premisa de la fertilidad. Sin embargo, con el tiempo, para nuestra sorpresa, descubrimos que en realidad ni nosotras ni ninguna mujer, nunca, estamos totalmente seguras de ser fértiles. No hasta quedar embarazadas. Hasta que eso sucede, en algún punto de la vida, la pregunta aparece en nuestra cabeza: «¿Realmente podré tener hijos si alguna vez quiero?». Esa incertidumbre, que se presenta como una inofensiva intriga al final de los 20, se vuelve más contundente con el paso del tiempo, especialmente para las que planean ser madres, con o sin fecha de comienzo de búsqueda.

El abordaje de la fertilidad no es exclusivamente biológico, tampoco individual, ni definitivo. Está bueno identificar que el interrogante «¿seré fértil?» nos llena de vértigo, ansiedad y miedos. Y al mismo tiempo, podés abrir nuevas dimensiones acerca de tu vida. Es interesante qué información del hoy te trae esta pregunta; ¿es una confirmación de tu deseo de ser madre o es parte de la impaciencia del mandato social?, ¿nace de la necesidad de tenerlo «bajo control»?, ¿es un deseo confuso todavía?, ¿tenés el marco que necesitás para ser madre?, y si no es así, ¿es lo que verdaderamente querés o estás «sembrando» ese deseo con tus acciones y elecciones?

Ser fértil significa mucho más que ser apta corporalmente para tener un bebé.Puede que estés cuestionado tu verdadero deseo, tu proyecto de vida (¿realmente tengo resto para estirar el plan de la familia?), tus hábitos, tu salud, tu capacidad de «maternar», tu idea de pareja, las relaciones que estás forjando e incluso el entorno en que vivís. La pregunta por la aptitud física, tanto en un hombre como en una mujer, suele ser la punta del iceberg de algo más profundo que incluye pero no se reduce a lo biológico. Porque la maternidad en sí es mucho más que eso. Y eso es justamente lo que la hace tan compleja.

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Aunque la anticoncepción es un tema controlable en el mundo de la ciencia, no sucede lo mismo con la concepción. De esto nos enteramos cuando crecemos y comenzamos a ver que las personas sanas que desean planificar su maternidad encuentran obstáculos inesperados, y todas nos enteramos de que la prima de fulana o nuestra compañera de oficina o nuestra hermana no está pudiendo quedar embarazada. Entonces, es completamente natural que una piense: «También me podría pasar a mí». Se convierte así en una suerte de paranoia de los 30. Sin embargo, existe un dato que toda mujer que se pregunta por su fertilidad debería saber: se estima que solo entre el 3 y el 5% de los casos de esterilidad en mujeres en edad para procrear es irreversible. Esto significa que la esterilidad total no es tan usual ni probable como pensamos. Es decir, la infertilidad es mayormente «momentánea». Entre las causas más comunes de infertilidad reversible, están el síndrome de ovario poliquístico, ciertos grados avanzados de endometriosis, infecciones en las trompas, desbalances hormonales y enfermedades autoinmunes. Esto no indica necesariamente que las imposibilidades se resuelvan de modo espontáneo, pero sí que se pueden resolver. A veces, la solución es sencilla y en el corto plazo. Otras, es cierto, no tanto.

En rasgos generales, la ginecología asegura que existen señales fácilmente observables que indican nuestra posibilidad natural de tener hijos; que tus períodos sean regulares, que el estado de tu aparato reproductivo sea bueno (algo que se observa en los controles ginecológicos anuales) y que tu salud en general se encuentre bien. Esto no es menor, la búsqueda de un posible hijo te guía a un encuentro más saludable con vos misma; para «recibir» un hijo, también hay que estar dispuesta a «recibir» lo que necesitás para sentirte bien a nivel físico, emocional y espiritual.

Hace algunos años, los 28 se consideraban una edad crítica para la fertilidad. Los especialistas aseguraban que a partir de ahí las posibilidades de tener un bebé caían. Hoy, esa barrera se extendió a los 35. ¿Mejoraron las condiciones de vida? ¿Somos más fértiles que antes? Al parecer, nada de eso. No son pocos los que aseguran que lo que cambió fue el negocio. Ahora que el sector público tomó protagonismo en los tratamientos de fertilización, se trata de no asustar a las mujeres empujándolas a tratamientos prematuros como podían hacer las clínicas privadas decididas a facturar. En este sentido, la intervención del Estado crea un «sinceramiento» (palabra de moda) respecto de la verdad del tic tac femenino.

El fenómeno global de la maternidad tardía representa un gran mercado. Es a nosotras a quienes los laboratorios apuntan para vender nuevos servicios como congelamiento de óvulos, compra de esperma y fertilizaciones asistidas. La publicidad que las clínicas especializadas nos dirigen es cada vez más potente e invasiva y esto vuelve engorroso el acceso a información clara sin que las emociones y los miedos interfieran. Es interesante observar que cada vez más mujeres consultan clínicas de fertilidad antes de cumplir los plazos de búsqueda ¡y hasta sin haber buscado! La ansiedad de nuestros tiempos se ensaña particularmente con este tema, porque la maternidad sigue teniendo un peso enorme en la construcción de la identidad femenina. Esta ansiedad, paradójicamente, perjudica nuestra conexión con los procesos naturales e influye en muchos parámetros importantes de nuestra salud. Los que más saben desalientan la obsesividad de aquellas mujeres que parecen desear emprender análisis ultraespecíficos prematuramente.

Para ser claras: no hay necesidad de que pidas una histerosalpingografía, es decir, el estudio que controla si tus trompas están tapadas, solo «para ver». El camino de la infertilidad es duro y nadie debería recorrerlo por cuenta propia y «solo para asegurarse» de no serlo. Existen, en cambio, algunos análisis no dolorosos y disponibles a través de las obras sociales que pueden ayudar a las más ansiosas. Los más destacados son el «recuento folicular antral» y la medición de la hormona. La cuenta de los folículos antrales se hace mediante ultrasonido transvaginal para determinar el número de folículos disponibles en una mujer. Por otro lado, la medición de la hormona antimülleriana brinda la posibilidad de medir la hormona que esos folículos producen para ver la posibilidad de que los óvulos puedan ser fecundados. En todo caso, lo mejor es dejarse guiar por un médico de confianza que analice si tus preocupaciones son razonables o solo miedos del camino.

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Podríamos decir que los análisis médicos nos brindan «fotos» del estado de cierta parte de nuestro organismo involucrado en la reproducción, en determinado momento. Pero hay mucho, pero mucho por fotografiar en la búsqueda de un embarazo. También hay cosas imposibles de fotografiar, de medir, de calcular. La fertilidad de tu pareja, la compatibilidad genética con el hombre que elijas, la cantidad de sexo que tengan, el estrés al que estén sometidos… Todas son variables impredecibles que solo aparecerán mientras hagas camino al andar, y no todas están bajo nuestro radar de control. Por algo será que se usa frecuentemente el término «milagro» para hablar de la concepción. Es interesante, entonces, ver, cuando te preguntás por tu fertilidad y te angustia la necesidad de «curar» algo, si realmente se trata de una preocupación física o si hay en vos la necesidad de curar, de ordenar y preparar algo más interno, holístico y espiritual. Cuidar tu salud, elegir buenos compañeros para recorrer el trayecto y plantearte si realmente deseás ese viaje es lo mejor que podés hacer para estar lista para algo mágico, que, como todo lo mágico, puede ser impredecible.

Cuando una paciente se pregunta: «¿Seré fértil?», lo primero que encaro es el chequeo clínico básico. Lo segundo son algunas preguntas y reflexiones sobre su vida y el contexto en el cual la pregunta se realiza. Existen dos cosas que hacen a la fertilidad y pocas veces nos damos cuenta: el modo en que vivimos, incompatible muchas veces con los procesos naturales que se ven con tanta claridad en el cuerpo femenino, y el modo en que nos relacionamos, que se ve en la crisis que pasa la pareja en estos tiempos. Lo primero tiene que ver con la dificultad de respetar procesos: si no respetamos el sueño, la digestión ni los ciclos menstruales, por ejemplo, ¿por qué nos sorprende que lo reproductivo se dificulte?

El cuerpo femenino, por su diseño, por ser orificio, está abierto al mundo, especialmente receptivo. En una sociedad que obliga a la mujer a pasar esto por alto y a masculinizarse, vemos las repercusiones en sus cuerpos, que se convierten en campos de batalla entre lo que «debe ser» y lo que una mujer necesita. Este momento histórico también afecta la masculinidad. La figura del hombre dubitativo, indeciso y temeroso bien puede traducirse en un hombre incapaz de ser padre física o psicológicamente. Como no podemos controlar cien por cien el proceso, es necesario que estemos abiertos a dejar que estas preguntas nos movilicen y destraben nudos más profundos con los que hoy se encuentran hombres y mujeres.