19 de abril de 2024

Cómo tratar problemas de conducta en los niños

Los problemas de comportamiento de los niños pueden crear conflictos en casa bastante graves, sobre todo cuando los padres no saben manejarlos o no pueden por los motivos que sean (cansancio, estrés, ansiedad, etc.) y los niños entran en una espiral de mal comportamiento donde sin darse cuenta se entra en una especie de guerra campal. Las quejas constantes de los niños pueden sacar lo peor de los padres, les pueden hacer gritar y bloquear el pensamiento. Pero los adultos deben tener una cosa muy clara: los niños no van a cambiar sus hábitos negativos de la noche a la mañana. Se necesita un trabajo constante para poder lograrlo y que los papás tengan sobre todo mucha paciencia y muestren el mejor ejemplo para que sean capaces de moldear su comportamiento.

Hasta el niño más tranquilo y “bueno” tiene momentos en los que discute o se muestra agresivo o desafiante. Es perfectamente normal y saludable, ya que está aprendiendo a desenvolverse en el mundo y a lidiar con sus emociones. Los pequeños/as están en pleno proceso de descubrir el mundo y a sí mismos y, en ocasiones, se desbordan, se despistan o no actúan de la mejor forma posible. Para acompañarlos en este proceso, tanto los padres, como los tutores y adultos a cargo, debemos considerar ciertas pautas que pueden ser muy útiles para prevenir y/o tratar problemas de conducta. Muchas veces, las conductas disruptivas son ocasionales y están motivadas por causas comprensibles y de fácil solución. Es necesario, entonces, detenernos un momento a pensar antes de catalogar el comportamiento como un problema de conducta.

Algunos de los problemas de conducta más frecuentes que podemos encontrar en los niños son:

  • Contesta de forma irrespetuosa.
  • Miente.
  • Se muestra enojado con frecuencia.
  • No obedece y muestra resistencia a la autoridad.
  • Se muestra desafiante
  • Se muestra rencoroso
  • Se muesrta vengativo.
  • Culpa a otras personas de asuntos que son su responsabilidad.

Todas estas conductas son normales en ciertos momentos de su crecimiento. Solo en el caso de que estas persistan en el tiempo, sean graves o no se correspondan con la etapa evolutiva del niño, podrían considerarse un trastorno de conducta o de externalización. En este caso, lo más prudente sería buscar ayuda profesional para recibir el tratamiento adecuado.

Muchas veces. aspectos tan simples como estar cansado o hambriento pueden ser los causantes. La sobreestimulación o el déficit de la misma también puede conducir al niño a actuar “mal” ya que aún no cuenta con los recursos para autorregularse o, quizás simplemente no le explicamos claramente al pequeño cuál es la conducta adecuada y esperable en esa situación. Sea como fuere, nunca debemos dejar de tener en cuenta que los niños son enérgicos, curiosos y activos, y no podemos pedirles que actúen como adultos en miniatura.

Cómo prevenir problemas de conducta

  • Definir reglas claras: es muy importante comunicarle al niño cómo serán las situaciones con las que se va a encontrar, y qué conducta se espera de él en determinada ocasión. Hay que explicarles también las consecuencias que se derivarán de un buen y un mal comportamiento, centrándonos, sobre todo, en las consecuencias naturales y no en castigos impuestos. Es decir, si va a un hospital, explicarle que, si grita, puede despertar a una persona enferma que necesita descansar, en lugar de amenazarle con un castigo.
  • Tratar al niño con respeto: un error que muchos padres cometen es creer que sus hijos son sus posesiones. Nunca tenemos que olvidar que los chicos son seres humanos y merecen nuestro respeto y er tratados con dignidad. Es por eso que no tenemos que gritarles, insultarlos o humillarlos. Es primordial hablarles con un tono de voz calmado, escuchra sus motivos y conversar con él.
  • Poner el foco en la conducta apropiada: muchas veces, sin darnos cuenta, prestamos más atención a lo que el niño hace mal que a lo que hace bien. Le repetimos continuamente sus errores y le retiramos nuestra atención cuando está tranquilo y calmado. Tenemos que tratar siempre de resaltar sus virtudes y sus logros, y premiarlo con nuestra atención siempre que actúe correctamente.
  • Conservar la calma: si nos desesperamos, levantamos la voz o perdemos el control, no lograremos beneficio alguno y hasta puede salir perjudicado el vinculo que tenemos con el niño. Es importante usar un tono firme pero calmado, siendo, de esta manera, nosotros mismos, un modelo de conducta.
  • Más hechos y menos palabras: muchas veces tenemos la tendencia a enredarnos en discursos y explicaciones sobre por qué nos disgusta o nos enoja lo que el pequeño ha hecho. Esto, generalmente, suele desembocar en una discusión poco fructífera. En su lugar, siempre es mejor limitarse a aplicar las consecuencias previamente acordadas con el niño, sin enojarnos, ni recriminarlo. Hay que centrarse no solo en la consecución de la conducta final sino que debemos valorar en el niñoa eso pasos que va adando en la dirección adecuada. Incluso, un esfuerzo por su parte, aunque no haya logrado lo esperado, debe ser reforzado y tenido en consideración.
  • Ser positivos: tener una actitud positiva en la vida es crucial para transmitir buenas energías a los chicos. En ocasiones, existirán enojos inevitables y seguramente también enfrentamientos entre hermanos… pero entrando en una espiral de negatividad sólo se conseguirá que haya más problemas en el ambiente. Por eso, si es necesario, una idea es salir de la estancia por unos segundos, respirar hondo y contar hasta 10, así podremo calmar los nervios y poder afrontar de nuevo el problema.