29 marzo, 2024

La Autoestima adolescente es un reto para los padres

Ese “tener que estar sin estar” o “tener que estar pero haciéndolo en la sombra”, como cuando son pequeños y dan sus primeros pasos. Los soltamos, pero vamos detrás de manera sigilosa, para que piensen que tienen que lograrlo pero esta vez sin nuestra ayuda directa. Así, aunque muchas veces no sean bien recibidos, los padres siguen siendo responsables de sus hijos en la adolescencia, tanto de sus actos como de su educación o de su autoestima.

Todos los padres queremos ver cómo nuestros hijos alcanzan el éxito. Sin embargo, muchos olvidan que más allá de los resultados, los adolescentes tienen que superar retos importantes, como los relacionados con su propia imagen y su autoestima. Así, la realidad nos dice que muchos jóvenes tienen problemas para ser aceptados, tanto por los demás como por ellos mismos.

 

La autoestima en los adolescentes afecta a su vida y sus decisiones, a sus relaciones y a su rendimiento académico. En este sentido, es importante destacar que la baja autoestima puede llevar a los adolescentes a comportamientos de riesgo, las cuales incluyen :

  • consumo de drogas
  • agresión y/o violencia
  • desórdenes alimenticios
  • conductas sexuales de riesgo
  • vulnerabilidad ante la publicidad de sectas o grupos violentos.

No podemos olvidar tampoco que la autoestima adolescente es la base para su futuro como adultos. La vida ya es suficientemente difícil con una auto-imagen positiva como para obviar o minusvalorar su importancia. Aunque no es una tarea fácil, habitualmente los padres deben poner todos los medios a su alcance para favorecer la autoestima de sus hijos adolescentes.

Los adolescentes también necesitan límites, pero adaptados a su edad. Sin la infancia los límites son fundamentales, en la adolescencia son vitales si queremos que nuestros hijos crezcan seguros y sean responsables. Por lo tanto, es importante establecer reglas y expectativas que se ajusten a las que los adolescentes quieren, de manera que contribuyan a su crecimiento y no hagan de techo para el mismo.

En la adolescencia aparecen situaciones nuevas que, no por habituales, hay que dejar sin control. Aspectos como las salidas con los amigos, el uso de los dispositivos móviles, el descubrimiento de la sexualidad, entre otros temas, deben abordarse con diálogo, argumentos y acuerdos que las dos partes rubriquen de manera común. Aquí es donde entra la habilidad de los padres para negociar, para establecer reglas que partan de al aceptación del adolescente, sin que a la vez estas reglas pequen de permisividad.

La comunicación con los adolescentes debe ser fluida y abierta, que favorezca una relación flexible en la que, sin ser autoritarios, los padres ejerzan la autoridad que les corresponde. Las reglas deben quedan claras y deben comunicar valores concretos. Aunque los adolescentes necesiten establecer metas, también es importante que sepan cuándo lo están haciendo bien e incluso cuando se han superado, aunque aún les quede mucho camino por recorrer. También, es importante para los adolescente obtener elogios específicos cuando pone en práctica habilidades que él mismo ha decidido desarrollar o cuando destaca en algo diferente. Aunque los gustos y aspiraciones de los hijos no sean los mismos que los de sus padres, hay que respetarlos y reconocer su valor. No olvidemos que, aunque su madurez aún no nos permita concederles la independencia total, al final son sus vidas las que están en nuestras manos.

Tampoco hay que deshacerse en elogios y olvidar todo lo demás. Los elogios mostrados debidamente pueden funcionar como disparador de la motivación, pero en exceso pueden tener consecuencias negativas. Especialmente si estos elogios van continuamente acompañados de recompensas materiales, extrínsecas a la tarea en la que queremos reconocer el desempeño.

A los adolescentes les encanta opinar. Eso les hace sentir mayores y les permite destacar. Además, les permiten hacer una de las cosas que más les gusta: discutir. Esto es normal y necesario. Sin embargo, abundan las circunstancias en las que los adolescentes, al no tener criterio propio para formar sus opiniones, utilizan las de los demás y, guiados por la falsa creencia de que el que más grita o el que más multitudes mueve es el mejor, adoptan esa opinión sin más. Los padres deben fomentar la formación de opiniones propias en sus hijos, sin imponerles las propias ni las de nadie más. Ofreciéndoles una visión amplia del mundo y facilitándoles una amplia gama de experiencias que les permitan pensar con libertad.

Los adolescentes tienen que aprender a tomar sus propias decisiones, a ser responsables de ellas y a decidir conforme a un criterio basado en sus valores personales. Los padres hacen bien en permitir que sus hijos adolescentes decidan por sí mismos, que elijan según sus propios gustos y aspiraciones siempre que no les expongan a un riego importante. Hay que ayudarlos a que tracen un plan coherente con sus decisiones y que actúen en función de la decisión que han tomado. También, es bueno permitirles que carguen con las consecuencias de sus actos y decisiones propias. Ofreciéndoles apoyo para solucionar sus problemas, pero sin llevarlos de la mano ni hacer el trabajo por ellos.